Las playas, los extensos arenales donde se encuentra la soledad.
Los pomares de frutos cítricos, a los que no falta el dorado de las naranjas. Después, las colinas cubiertas de higueras y de almendros, las casas con la blancura de la cal, las chimeneas con arabescos.
Y, al final, los vastos dominios de la sierra donde vuelan águilas, cantan los pájaros, se abren las flores. Un esbozo rápido de los encantos de Tavira y su municipio. Una invitación a viajar para descubrir.