Los sabores de la sierra y del barrancal empiezan en el propio paisaje. Con el mar a la espalda, los ojos se llenan de verdor. Se camina sobre rocas calizas y pizarras, entre matorrales, monte bajo, almendros, alcornoques, algarrobos, higueras, naranjos y madroños. Los perfumes son embriagadores, y despiertan los sentidos sobre lo que nos espera en la mesa de los restaurantes o en las casas de los propios lugares, en donde se comparte con todos los que desean descubrir los secretos de la gastronomía del Algarve. Nos encontramos en el reino del pan de algarroba, del cerdo, del jabalí, de la perdiz y la liebre durante la temporada de caza, de los garbanzos, de las lentejas, del xarém con torreznos, de los chorizos y de las zanahorias en conserva, de los cocidos y de los estofados a fuego lento.
La sencillez, la autenticidad y la calidad son las bases sobre las que se asienta la calidad de la gastronomía del Algarve. Un simple gazpacho puede ser el momento más refrescante del día. Una rebanada de pan con tomate, orégano y un chorrito de aceite de oliva puede ser el inicio de un descubrimiento de sabores. De las tierras del interior del Algarve nos llegan apetitosos manjares. Una prueba de ello son los jamones y embutidos, la gallina cerejada, el cocido de garbanzos o judías, las habas o guisantes al estilo del Algarve, y las diferentes carnes, tiernas y suculentas, de cerdo, cordero, jabalí o perdiz.
Por aquí encontrará morgadinhos de almendra, queso de higo, bizcochos de miel, chila, Dom Rodrigos y filhós. Una sorpresa en todos los sentidos. Aquí no hay prisas ni carreras. Hay tiempo, memoria, respeto y sabores.
Por supuesto, también encontrará parrilladas, pescado fresco, marisco y todos los demás ingredientes de la gastronomía del Algarve. Pero esas son las especialidades del litoral. En la sierra y en el barrancal, los ingredientes son otros. Con los ojos puestos en el mar, a lo lejos, el paladar y el olfato se recrean con todo lo que la tierra del Algarve le puede ofrecer.