En las leyendas del Algarve, las moras encantadas son doncellas de gran belleza o princesas peligrosamente seductoras que prometen tesoros a quien las libere de su encantamiento.
Siglos de narraciones y tradición oral dieron lugar a innumerables leyendas en las que estas moras guardan tesoros escondidos en lugares «hechizados»: manantiales, fuentes, ríos, cavernas y castillos.
La leyenda de Mareares en el castillo de Aljezur, o la de la mora del castillo de Salir describen la conquista y reconquista de esos castillos.
Invirtiendo los papeles, la mora de la noria de río Seco, en Faro, nos habla del hermoso caballero lusitano enamorado que no consiguió romper el encantamiento de su amada, impuesto por su padre tras la toma de la ciudad por los cristianos.
Por ser tierra de pescadores y marineros, es famoso el mito de la bella Floripes, que se aparece entre las olas en noches de luna llena para exigir a los pescadores de Olhão muestras de su valor y coraje, para ser salvada.
En la leyenda de la playa de Rocha, una sirena enamora a un pescador hijo del Mar y a un labrador hijo de la Sierra. Tras innumerables peripecias, la Sierra, furiosa, hizo rodar enormes rocas hasta el mar, que se enojó y se abalanzó contra las rocas. La sirena, incapaz de elegir, se transformó en arena fina y dorada, y recibió el tributo de dos eternos gigantes enamorados.
Los almendros en flor anuncian la primavera y nos recuerdan a la princesa nórdica que echaba de menos la nieve, por lo que el rey, su marido, mandó plantar cientos de almendros.
La memoria también vive en el promontorio del cabo de San Vicente, en donde existió un templo dedicado a Hércules. Desde el culto pagano a los cultos primero musulmán y después cristiano, este promontorio conservó su aura mística.
Cuenta la leyenda que los cuervos acompañaron el cuerpo de san Vicente desde Valencia hasta el Algarve, hicieron guardia en la cúpula de la iglesia, y lo siguieron cuando fue trasladado hasta Lisboa por orden de Alfonso I, el primer rey de Portugal.
La frontera entre leyenda y mito es muy delgada para el narrador de las memorias de iberos, fenicios, romanos y árabes.