A partir de esta playa, el litoral calizo muy recortado del Barlovento Algarvío deja paso a los acantilados blandos, talladas en arena y arcilla, que se extienden hasta el municipio de Loulé.
El acceso recomendado a la playa es a pie, tanto por el agradable paseo, como porque el camino puede no encontrarse transitable para vehículos. El camino es sinuoso y recorre un barranco donde la vegetación crece de forma exuberante y frondosa.
Las vertientes rocosas están muy erosionadas por la escorrentía, que crea formas muy esculpidas. La vegetación, sobre todo pinos mansos y plantas típicas de la vegetación litoral como el enebro, surge a veces suspendida al borde de los pequeños abismos generados por el deslizamiento de tierras, exponiendo su trama enmarañada de raíces. Muchas aves aprovechan la zona de bosque y algunas excavan abrigos y nidos en las paredes rocosas, es el caso de los coloridos abejarucos que han dado nombre a la playa.
La playa es amplia, y tiene un arenal continuo que llega a perderse de vista, solo interrumpido por el puerto deportivo de Vilamoura, a unos 5,5 kilómetros al este.