El camino a la playa pasa a través de pinares y extensos campos de dunas salpicados de color rosa, dada la abundancia de clavelinas de mar, planta típica de las arenas litorales. El descenso hasta el arenal se inicia en un mirador natural con espectaculares vistas de la costa, a través de una vereda escarpada que baja por el acantilado, con una escalera en el tramo final.
El arenal de Carriagem es estrecho y en él resulta evidente el desprendimiento de materiales del acantilado —que prácticamente no tiene vegetación, salvo las enormes pitas que caracterizan el paisaje—, por lo que se aconseja visitar la playa durante la marea baja. Este tramo de litoral es muy rocoso y, cuando el agua retrocede, surge un curioso anfiteatro natural tallado en pizarra negra, en el extremo norte del arenal.
La playa es de naturaleza salvaje, aunque muy tranquila, y casi siempre está desierta. Se utiliza sobre todo como zona de pesca.